Cuando la visión falla: confiar en el alma sensorial en un mundo visualmente sobrecargado

Dibujé Mirage en un momento de intensa agobio, no solo por la oscuridad, sino también por la luz.

Era una dualidad extraña, casi desconcertante: el peso de las sombras oprimiendo, pero al mismo tiempo, un torrente de imágenes, emociones y estímulos que resultaban cegadores por su intensidad. Demasiado silencio, demasiado ruido. Demasiadas preguntas y poco espacio para percibir las respuestas. De ahí surgió Mirage : una obra de arte sobre una claridad tan nítida que se distorsiona. Sobre la presión de verlo todo mientras se comprende muy poco.

En el centro de Mirage se encuentran dos ojos verdes fluorescentes y surrealistas. Están muy abiertos: expresivos, emotivos, absorbentes. Y, sin embargo, la misma apertura de esos ojos evoca un tipo diferente de ceguera: una que es espiritual, no física. A menudo asociamos los ojos abiertos con la conciencia, con el control. Pero en mi experiencia, los momentos de verdad rara vez surgen solo a través de la visión. A veces surgen a través de las entrañas, de la piel, de las pequeñas voces intuitivas que nos enseñan a reprimir.

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Los ojos en Mirage no se limitan a mirar. Se trata de sentirse abrumado por el acto de ver . Llega un punto en que ves demasiado —demasiadas verdades, contradicciones, señales emocionales y destellos digitales— y el resultado no es claridad, sino confusión. Y en esa confusión, se hace necesario cerrar los ojos… y sentir el camino a seguir.

Ahí es donde entran las flores.

Los motivos florales de esta pieza no son decorativos. Representan los sentidos más allá de la vista. La forma en que hueles la piel de alguien y la recuerdas toda la vida. La forma en que el sonido penetra en tu cuerpo y resuena en lo profundo. La forma en que entras en una habitación y sientes que algo cambia, incluso antes de registrar lo que ves.

Mientras dibujaba Mirage , reflexioné sobre cuánto nos perdemos cuando nos basamos únicamente en la visión. Vivimos en una cultura de hipervisualidad, especialmente como artistas. Todo gira en torno a la estética, la marca y la curaduría. Pero quería desafiar eso. Quería crear una pieza que preguntara: ¿y si la visión no es suficiente? ¿Y si, a veces, es lo que nos bloquea?

Así que cubrí el fondo con morados intensos —el color del misterio espiritual— y dejé que los detalles flotaran como datos sensoriales aún sin interpretar. Las flores, con sus delicadas líneas y formas florecientes, se convirtieron en mi forma de honrar todas las maneras en que sentimos sin ver. Son una invitación a la pausa, a recordar que la intuición tiene su propio lenguaje.

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Como artista, creo que la intuición es una de nuestras herramientas más infravaloradas. No grita como la visión. Susurra. Y solo puedes oírla cuando te alejas del torrente de estímulos y te concentras en tu interior. El espejismo fue mi manera de lograrlo: de crear espacio para las verdades silenciosas.

Por eso también creo que la gente conecta con Mirage . No es una pieza pasiva. Te sumerge en la paradoja de la percepción moderna, donde más no siempre es más, y a veces la salida está en los sentidos que nos han enseñado a ignorar.

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