Cuando la gente escucha la frase «arte oscuro» , suele imaginar algo bastante literal: algo aterrador, violento o impactante. Pero para mí, la oscuridad en el arte siempre ha sido más sutil. Se trata menos de horror y más de honestidad. Un lugar donde se permite que las cosas existan aunque no sean cómodas, no se resuelvan ni se expliquen fácilmente.

No creo para molestar a nadie. Creo para sentir. Para procesar.
Para mí, el arte oscuro consiste en dar cabida a emociones que no encajan fácilmente en la vida cotidiana: el dolor, el silencio, la contención, la añoranza, la vergüenza, esa belleza densa que habita en la memoria o la imaginación. Nunca me ha interesado representar el dolor por el dolor mismo, pero sí creo que es importante no alejarse de él.
En muchos sentidos, la oscuridad es simplemente otro tipo de verdad.
Y como en los viejos cuentos de hadas —los que existían antes de que los limpiaran y suavizaran— siempre hay una mezcla de belleza y miedo. Crecimiento y peligro. Inocencia y crueldad. Estas historias no se escribieron solo para entretener a los niños; eran formas codificadas de transmitir conocimientos difíciles: sobre cómo sobrevivir, cómo protegerse, cómo sentir y cómo soportar el dolor sin dejar que te domine.
Esa mezcla de suavidad y oscuridad: ese es el mundo en el que trabajo.
Tomemos como ejemplo a los Santos Silenciosos . Las flores invertidas, las formas oscuras que caen, la silenciosa moderación en sus bocas... no buscan impactar. Buscan mostrar cómo, incluso en un mundo al revés, incluso cuando todo parece estar al revés, aún hay gracia. Aún hay presencia. Aún hay algo casi sagrado en la quietud.
O Soft Scream , que explora lo que significa guardar algo dentro, no porque lo quieras, sino porque todavía no sabes cómo liberarlo.
Otro tema recurrente para mí es la visión , o la falta de ella.
En Mirage , juego con la idea de que los ojos pueden estar muy abiertos y aun así no ver . A veces, lo que realmente necesitamos comprender no es visible en absoluto; se percibe. Se percibe a través de la intuición, el olfato, el sonido, la memoria. Las flores de esta pieza están ahí por esa razón: para representar todas las demás maneras en que entendemos el mundo.
Gran parte de mi obra se inspira en el folclore eslavo, los mitos paganos y los símbolos antiguos, no como referencias históricas, sino como herramientas emocionales. En estas tradiciones, la oscuridad no era "mala". Era necesaria. El bosque podía tragarte, pero también podía protegerte. El lobo podía matarte o guiarte. Una cuerda podía atarte o bendecir. Esa dualidad me llega profundamente. En mi pieza FETISH , utilizo este tipo de tensión: algo sagrado también puede parecer peligroso, y algo restrictivo también puede parecer ritualista.
Para mí, pintar también es una forma de procesar. De retener lo desordenado. Hay una razón por la que mis modelos suelen tener expresiones neutras o indescifrables. No es para alejar a nadie, sino porque a veces, cuando uno se siente más fuerte, su rostro no lo demuestra en absoluto.
También hay una suavidad que trato de mantener viva en cada pieza.
Incluso cuando los temas son densos, siempre hay algo pequeño, algo delicado —una flor, una mirada, un pliegue de tela— que ofrece una especie de esperanza serena. Creo que la sensibilidad, incluso cuando es frágil, sobrevive. Y a eso vuelvo una y otra vez. A la idea de que algo honesto y amable puede crecer en la tierra más oscura.
Mi relación con la oscuridad no se trata de glorificar el dolor: se trata de reconocerlo, darle forma y luego hacer espacio para la belleza dentro de él.
Para mí, el arte oscuro es simplemente arte humano . No teme quedarse en los lugares por los que solemos pasar de largo. Se detiene. Escucha. Recuerda.
Y a través de ese proceso, se convierte en algo extrañamente pacífico.
Explora mi colección de impresiones y carteles de arte mural oscuro.