¿Por qué mis fondos nunca buscan el realismo?
Los fondos de mis obras nunca pretenden representar el espacio real. No imitan cielos, interiores ni paisajes. En cambio, funcionan como entornos emocionales: campos de textura, manchas y ruido que moldean el estado de ánimo de la figura. Estas superficies parecen desgastadas, fracturadas, erosionadas o manchadas porque la emoción misma rara vez es pura. Quiero que el fondo tenga un peso psicológico, que funcione como una atmósfera viva en lugar de un escenario pasivo.

Manchas como sombras emocionales
Suelo comenzar mis fondos con manchas irregulares: zonas nebulosas, marcas difusas, aguadas de color desiguales. Estas manchas crean una sensación de profundidad sin recurrir al sombreado tradicional. Actúan como sombras emocionales: áreas suaves que evocan recuerdos, una niebla melancólica o vestigios de tensión interior. Las manchas permiten que el fondo respire. Crean una inestabilidad atmosférica que enmarca delicadamente la figura y dota a la obra de una sensación de movimiento psicológico.
Grietas como tensión visual e historia
Las finas grietas que se aprecian en muchas de mis obras son deliberadas. Aportan a la superficie una sensación de historia, como si la imagen existiera sobre algo frágil: cerámica, yeso o una pared antigua. Las grietas introducen tensión: la impresión de que el mundo tras la figura está tenso, inestable o contiene algo bajo la superficie. Además, contrastan con la suavidad del rostro o las formas botánicas. La textura fracturada se convierte en un contrapunto a la delicadeza, intensificando la carga emocional.
El ruido como espacio para respirar
El ruido —pequeñas motas, puntos granulados, textura digital— le da vida al fondo. Evita que las zonas vacías se vean planas o sin vida. El ruido añade lo que yo llamo «aire visual», una vibración sutil que mantiene la mirada atenta. Cuando el ruido rodea una figura saturada o una forma botánica brillante, amplifica su luminosidad, haciéndolas parecer que brillan desde dentro aunque no se utilice ningún efecto de brillo real. El ruido crea un parpadeo suave que se siente vivo, como la estática en un sueño.

Combinando múltiples texturas para crear profundidad
La profundidad en mi obra suele surgir de la superposición de varios de estos elementos: manchas que crean zonas suaves, grietas que añaden tensión y ruido que hace vibrar la superficie. Cuando estas texturas se superponen, forman un fondo complejo que se percibe tridimensional sin necesidad de perspectiva tradicional. El espectador siente la profundidad emocionalmente, no matemáticamente. El fondo se convierte en un espacio psicológico más que físico; una habitación hecha de sensaciones, no de arquitectura.
Cómo la textura da forma a la atmósfera alrededor de la figura
En mi obra, la figura nunca se separa del fondo. Las texturas que la rodean moldean su presencia emocional. Una superficie agrietada puede hacer que el personaje parezca frágil o antiguo. Un halo manchado puede sugerir un estado de ánimo o una transformación. Un campo de ruido puede crear una sensación de aislamiento, silencio o presión interna. La interacción entre la figura y el fondo crea un diálogo: un ecosistema emocional que cohesiona toda la composición.

¿Por qué los fondos “artificiales” dan sensación de mayor vida?
Un fondo liso y realista haría que la imagen pareciera estática. Al incorporar manchas, grietas y ruido, la obra adquiere movimiento y tensión. La superficie se vuelve impredecible, texturizada y cargada de emoción. Se percibe como si algo sucediera detrás de la figura: algo tácito, sin resolver o silenciosamente presente.
Estos fondos no son paisajes. Son mundos interiores. Y permiten que la narrativa emocional de la obra de arte respire, se expanda y resuene a un nivel más profundo.