Un lenguaje visual suspendido entre mundos
El dreamcore existe en el espacio donde se encuentran el sueño y la vigilia, en ese momento de quietud en que la mente intenta aferrarse a algo tenue antes de que se desvanezca. Al crear arte mural dreamcore, me atrae esa sensación de estar en la frontera: la de flotar, de estar mitad dentro de un recuerdo y mitad dentro de una visión que nunca sucedió. Los pósteres dreamcore se nutren de esta leve desorientación. No pretenden recrear los sueños literalmente. Capturan la huella emocional que dejan: un color que parece recordado, un rostro familiar que no pertenece a nadie real, la forma de una flor que parece haber surgido de un estado de ánimo más que de la tierra.
El surrealismo suave como memoria emocional
En mi obra, la atmósfera onírica surge del comportamiento de los elementos. Las flores se mecen en lugar de crecer. Las sombras parecen palpitar. Los rostros aparecen superpuestos, como si la figura se recordara a sí misma en varias versiones a la vez. Esta suavidad no es una evasión de la realidad; es un espacio psicológico donde los sentimientos afloran sin estructura. El arte mural dreamcore funciona así porque los sueños tienden a reflejar la emoción con mayor honestidad que el pensamiento consciente. Se transforman, se fusionan, se exageran y susurran, todo al servicio de revelar algo que podría permanecer oculto a plena luz del día.

El color como estado de ánimo, no como descripción
El color tiene un enorme peso emocional en las imágenes dreamcore. Rara vez elijo los tonos porque representen algo literal. En cambio, los selecciono como quien recuerda un sueño: a través de la sensación. Un lila apagado puede evocar la ternura de algo sin resolver. Un azul profundo puede recordar la sensación de estar a la deriva bajo el agua. Un coral desvaído puede evocar la calidez de una presencia. En los carteles dreamcore, el color se convierte en el ancla emocional de la composición. Guía al espectador a través de la atmósfera, más que a través de una narrativa.
Rostros que no se explican por sí mismos
A menudo dibujo rostros que parecen estar en un limbo emocional, con ojos grandes, contornos suaves y una quietud casi suspendida. No buscan la aprobación del espectador. No resuelven su expresión. Simplemente existen en ese estado intermedio: la calma antes de que se forme un pensamiento. Los pósteres de retratos dreamcore resuenan porque crean una especie de permiso emocional. Permiten la ambigüedad. Permiten al espectador proyectar sus propios sentimientos en esa expresión abierta e implícita. Eso es algo que el realismo rara vez ofrece de forma tan directa.

Plantas que se comportan como pensamientos
Gran parte de mi obra dreamcore incluye elementos botánicos que se doblan en direcciones extrañas, se difuminan en los bordes o crecen en lugares inesperados. Estas plantas no son ilustraciones de la naturaleza. Son metáforas visuales del movimiento interior: miedos que se extienden, deseos que se despliegan, recuerdos que regresan sin ser invitados. En dreamcore, la botánica se vuelve psicológica. Un pétalo puede temblar como una frase inconclusa. Una enredadera puede enroscarse como si siguiera la forma de una emoción. Estos elementos crean un arte mural simbólico que se siente vivo y reactivo, incluso dentro de una imagen estática.
El peso emocional de la distorsión suave
El dreamcore se basa en gran medida en la sutil distorsión. Una silueta alargada, una mano flotante, una sombra que no se corresponde con el cuerpo: estos cambios silenciosos en la realidad crean una sensación de disonancia que nunca resulta amenazante. Se perciben como una verdad que intenta revelarse a través de la metáfora. La mente acepta estas distorsiones del mismo modo que acepta la lógica de los sueños. Por eso, el arte mural dreamcore transmite calma incluso cuando es extraño. Refleja la forma en que procesamos los sentimientos en privado, sin estructura ni explicación.

Dreamcore en interiores contemporáneos
En un hogar, los pósteres dreamcore crean una atmósfera tranquila pero cargada de emoción. Suavizan los espacios minimalistas, aportándoles profundidad. Incentivan la introspección en habitaciones modernas y añaden un ritmo poético a las eclécticas. Las láminas artísticas dreamcore funcionan especialmente bien en dormitorios, estudios y rincones tranquilos: lugares para relajarse, pensar y dejar volar la imaginación. No exigen atención; invitan a la presencia. Crean un ambiente propicio para la imaginación.
Una forma de sentir, no solo un estilo
En definitiva, la psicología del dreamcore tiene menos que ver con las tendencias visuales y más con cómo nos hace sentir. Refleja esa parte de nosotros que reside entre la claridad y el misterio, la que procesa la vida a través del simbolismo en lugar de la lógica. El dreamcore no se trata de reproducir sueños, sino de conectar con la corriente emocional que estos revelan. Y cuando estas obras surrealistas cuelgan de una pared, traen esa corriente al ambiente, de forma suave y silenciosa, como un suspiro que no sabíamos que estábamos conteniendo.