La década de 1920 fue una época de reinvención cultural. Tras la devastación de la Primera Guerra Mundial, artistas, escritores y pensadores buscaron nuevas formas de comprender el mundo y el subconsciente. De esta avidez surgió uno de los movimientos más influyentes del siglo XX: el surrealismo . Con raíces en los sueños, el azar y la exploración del inconsciente, el surrealismo transformó la cultura visual y continúa inspirando el arte contemporáneo, desde la estética marginal hasta las láminas y pósteres de arte mural fantástico .

Este artículo explora los inicios del surrealismo en la década de 1920, centrándose en sus primeros experimentos con los sueños y el automatismo, y cómo estas innovaciones se conectan con el arte simbólico y fantástico moderno.
El nacimiento del surrealismo en la década de 1920
El surrealismo surgió oficialmente en 1924, cuando André Breton publicó el Manifiesto Surrealista . Pero sus semillas ya estaban presentes en la década de 1910, moldeadas por el caos de la guerra y la energía rebelde del dadaísmo . Mientras que el dadaísmo celebraba el absurdo y la destrucción, el surrealismo buscaba la reconstrucción a través del inconsciente, los sueños y la imaginería simbólica.
La década de 1920 se convirtió en el laboratorio de las ideas surrealistas. Artistas como Salvador Dalí, Max Ernst, Joan Miró y André Masson comenzaron a experimentar con nuevas formas de crear imágenes que escapaban al control racional. Recurrieron al automatismo, los sueños y los arquetipos simbólicos para acceder a una verdad más profunda.
Automatismo: dibujar sin control consciente
Una de las técnicas más radicales que surgieron en la década de 1920 fue el automatismo . Inspirados por el psicoanálisis freudiano, los artistas buscaron dejar que el inconsciente tomara el control. Abandonaron la composición tradicional y, en su lugar, permitieron que la mano se moviera libremente por la página al dibujar o escribir.
Las formas biomórficas de Joan Miró y los dibujos automáticos de André Masson revelaron formas que parecían a la vez lúdicas, orgánicas y misteriosas. Estas imágenes poseían una cualidad onírica, como si la realidad se hubiera filtrado a través de otra dimensión.
Esta práctica resuena hoy en día en el arte marginal y en los murales de inspiración fantástica , donde la improvisación y la creación intuitiva a menudo revelan formas híbridas, plantas surrealistas y arquetipos visuales inesperados. El automatismo no se trataba de perfección, sino de descubrir historias ocultas.
Los sueños como modelo creativo
El surrealismo de la década de 1920 también estuvo profundamente ligado a la imaginería onírica . La idea era simple pero revolucionaria: los sueños no eran aleatorios; eran ventanas a la psique.
Max Ernst utilizó collages para crear paisajes oníricos fantásticos a partir de fragmentos de revistas y libros. Dalí, poco después, perfeccionó su «método paranoico-crítico» para acceder a distorsiones oníricas de la realidad. Los primeros carteles y grabados surrealistas solían presentar rostros fragmentados, formas fundidas e híbridos botánicos: imágenes que desafiaban la lógica racional, pero que resultaban intuitivamente significativas.
Los sueños se convirtieron en el modelo de un nuevo tipo de arte: uno que valoraba la emoción, la intuición y las asociaciones subconscientes tanto como el dominio técnico.
El surrealismo como escape y protesta
La década de 1920 estuvo marcada por la recuperación de la guerra, la inestabilidad económica y la agitación política. Para muchos artistas, el surrealismo no era solo una estética, sino una forma de escape y protesta. Al crear obras basadas en los sueños y el automatismo, los surrealistas desafiaron la autoridad del pensamiento racional y los rígidos sistemas de la política y la cultura.
Este espíritu rebelde aún sigue vivo en las impresiones artísticas de pared fantásticas y surrealistas , que utilizan híbridos extraños, plantas simbólicas y figuras míticas para resistir las convenciones dominantes de belleza y narrativa.
Simbolismo y arquetipos en el surrealismo temprano
Los primeros surrealistas estaban fascinados por los símbolos. Ojos, lunas, serpientes y flores aparecían con frecuencia, con una carga arquetípica. Estos motivos evocaban antiguos mitos y tradiciones populares, al tiempo que resurgian en composiciones oníricas.
Los ojos simbolizan la conciencia y lo siniestro.
Lunas y estrellas vinculadas al misterio y los ciclos.
Las flores sugerían fragilidad pero también transformación.
Estos símbolos siguen siendo centrales en las obras de arte de inspiración pagana y fantástica de la actualidad, donde los motivos florales híbridos, los retratos surrealistas y los motivos místicos continúan el legado surrealista.
Mi trabajo: Llevando adelante el surrealismo
En mi propia práctica artística, a menudo encuentro inspiración en estos primeros experimentos surrealistas.
El dibujo automático se traduce en formas espontáneas, donde flores y rostros se fusionan de formas inesperadas.
Las imágenes de los sueños dan lugar a híbridos surrealistas: plantas que florecen y se convierten en ojos, retratos que se transforman en paisajes.
Arquetipos simbólicos como lunas, serpientes y flores anclan mis impresiones en un lenguaje cultural compartido que resuena a través del tiempo.

Impresas como carteles de arte mural de fantasía , estas obras no solo son decorativas, sino que forman parte de una tradición más larga de escape surrealista y narración simbólica.
Por qué el surrealismo aún resuena hoy
Los primeros surrealistas de la década de 1920 se inspiraron en algo atemporal: el deseo humano de soñar, escapar y reimaginar el mundo. En tiempos de crisis o incertidumbre, el surrealismo nos recuerda que el arte puede abrir puertas secretas, mostrándonos realidades que la lógica no puede explicar.
Hoy en día, colgar una lámina de arte surrealista o fantástico en la pared de tu casa es más que una simple elección de diseño. Es una forma de continuar la tradición surrealista: integrar el misterio, el simbolismo y el subconsciente en la vida cotidiana.
Los primeros pasos del surrealismo en la década de 1920 —automatismo, sueños y simbolismo— fueron más que experimentos estilísticos. Fueron actos radicales de imaginación en un mundo que ansiaba renovación.
A medida que los artistas de hoy continúan fusionando fantasía, folclore e híbridos surrealistas en arte mural y carteles, continúan con el legado surrealista: haciendo visible lo invisible, convirtiendo los sueños en símbolos y transformando el arte en un lenguaje de escape.