Me llamo Ksenia, y dondequiera que voy, sobre todo cuando conozco gente en el extranjero, a menudo se iluminan y dicen: "¿Como la princesa guerrera?". Y aunque bromean, hay algo poderoso en esa asociación. Algo primitivo. He llegado a abrazarla, no como un vínculo literal con una heroína de fantasía, sino como un hilo conductor hacia el arquetipo más profundo de la mujer guerrera.
La emoción sagrada de la rabia
La ira suele ser temida, especialmente en las mujeres. Se la ignora, se la silencia o se la replantea como irracional. Pero históricamente, la ira —sobre todo cuando surge de la injusticia, la protección o el amor— se ha considerado sagrada. En muchas tradiciones, las diosas de la guerra también gobiernan la fertilidad, la transformación o incluso la creación misma. Pensemos en Sekhmet, de la mitología egipcia, una diosa leona que representa tanto la destrucción como la sanación. O en Kali, de la creencia hindú, feroz y salvaje, danzando en la sangre, pero también símbolo de la liberación.
Los arquetipos de guerreras femeninas encarnan un tipo especial de rabia: una que protege, que traza límites, que dice “basta”.
En mi arte, suelo trabajar con temas de resistencia, límites emocionales y desafío silencioso. Piezas como "Just a Phase" no gritan, pero sí queman. Son escudos emocionales, marcados con fuego floral, defensas metálicas y ojos que todo lo ven.
Mujeres guerreras en la mitología y el arte popular
En todas las culturas, las guerreras han existido no solo en los campos de batalla, sino también como protectoras de sus comunidades y mundos interiores. En la mitología nórdica, vemos a las valquirias: las que eligen a los caídos, guían las almas y defienden el honor. En los cuentos populares eslavos, mujeres feroces custodian bosques y tierras sagradas. En Japón, existían las onna-bugeisha: samuráis entrenadas en la batalla.
Estas mujeres no se definían por la fuerza bruta, sino por la claridad de propósito y una profunda intuición emocional. Su ira no era caos; estaba canalizada.
El retrato artístico a menudo retrata a estas figuras no en el calor de la violencia, sino en la quietud: ojos abiertos, bocas firmes, postura firme. Portan espadas, sí, pero también fuego interior. Se pueden ver ecos de ello en mi obra "Fetiche" , donde el poder es sensual y silencioso, o en "Santos Silenciosos" , donde la resistencia se ata con cuerdas simbólicas y fe.
La rabia sagrada como trabajo de límites
Para mí, la ira sagrada se trata de límites. De saber dónde terminas tú y dónde empiezan los demás. Es el momento en que tu cuerpo dice "no" antes de que tu cerebro lo alcance. Es el fuego que protege tu ternura. Y es profundamente femenina.
Exploro estas ideas a través del simbolismo: llamas, espinas, bocas cerradas, pétalos ardientes. Siempre he creído que lo femenino es más fuerte cuando es honesto. No siempre amable. No siempre complaciente. Pero profundamente protector, arraigado y emocionalmente despierto.
Los arquetipos del guerrero en la actualidad
La guerrera moderna quizá no lleve armadura, pero su inteligencia emocional es como una espada. Sabe cuándo arder y cuándo florecer. Puede ser terapeuta, maestra, artista, manifestante. Sabe cómo defenderse a sí misma y a los demás. Y probablemente lleva dentro una rabia sagrada, aunque no la exprese.
Este arquetipo sigue inspirando mi trabajo porque da cabida a la complejidad. No tienes que estar tranquilo todo el tiempo. No tienes que ser blando. Puedes ser a la vez feroz y sensible. Intuitivo y desafiante.
Si alguna vez sentiste que algo se agitaba en tu interior al ver una pintura de una mujer con la mandíbula apretada o una estatua de una diosa en pleno rugido, ese es el arquetipo que se acerca a ti.