Los cuentos de hadas nunca fueron solo para niños. De hecho, diría que nunca fueron realmente para niños. Antes de ser edulcorados, censurados y desinfectados, estas historias estaban llenas de sangre, resistencia, desesperación, rebelión y verdades encriptadas. Eran advertencias. Espejos. Herramientas de supervivencia. Y, a veces, la única forma segura de decir lo que no se podía decir.
Eso es precisamente lo que me fascina del folclore y los cuentos de hadas: su poder para ocultar la crítica política y social. Esta cualidad subversiva es una de las influencias más profundas en mi arte.
Al crecer con historias, aprendí desde muy joven que el significado suele estar entre líneas. El lobo no es solo un lobo. El bosque no es solo un escenario. La princesa durmiente no solo está dormida. Estas son metáforas del miedo, la opresión, el deseo, el control y el despertar. Y como están envueltas en asombro y magia, pueden eludir a los guardianes. Pueden sobrevivir donde otras verdades no podrían.
Los cuentos de hadas son uno de los lenguajes artísticos más antiguos que tenemos para expresar resistencia. En sociedades donde la censura era severa o donde ciertas voces eran silenciadas, las historias se convirtieron en un caballo de Troya, portadoras de una crítica radical disfrazada de mito. Reyes y sacerdotes, roles de género y pobreza, castigo y esperanza: todo esto se incrustaba en narrativas fantásticas. Un cuento sobre una hijastra maldita podría tratar en realidad sobre leyes de herencia. Un viaje al bosque podría tratar sobre la madurez bajo el patriarcado. Un espejo mágico podría reflejar algo más que belleza.
Esa es la tradición a la que me sumo al crear arte con símbolos míticos, folclóricos y oníricos. No para escapar de la realidad, sino para exponerla de una manera diferente.
Tomemos como ejemplo mi pieza "SINNER" . En la superficie, es un retrato surrealista, simbólico, extrañamente inmóvil. Pero en el fondo, es una conversación sobre la vergüenza, la rebeldía y lo que sucede cuando el mundo te obliga a asumir un rol que nunca te correspondió. Habla a través de arquetipos porque a veces el discurso directo no basta.

Siempre me ha atraído crear personajes que parecen salidos de un cuento popular olvidado; no los de Disney, sino los que se susurran en la oscuridad, transmitidos con una advertencia en la voz. Y en esos personajes, escondo mis propias preguntas: ¿Qué significa ser observado? ¿Qué significa romper las reglas? ¿Sobrevivir a la soledad? ¿Ocultar tu voz? ¿Reclamarla?

Seguimos viviendo en un mundo donde hablar libremente tiene consecuencias. Para algunos, es vergüenza pública. Para otros, es violencia o exilio. Así que entiendo por qué la narración, especialmente la visual, sigue siendo un refugio y un arma. Eso es lo que nos enseñaron los cuentos de hadas. Que la verdad, disfrazada de ficción, podría sobrevivir en el bosque.
En mi entrada de blog “Grito suave: La estética de la emoción silenciada” Exploro cómo la quietud y la ambigüedad pueden tener una carga emocional. Esa misma energía me inspira el folclore: el punto medio, tranquilo y potente, entre el silencio y la expresión.
Por eso también uso el color y los símbolos como los cuentos de hadas usan los motivos. El rojo no solo es audaz: es peligro, deseo, desafío. Las flores no solo son hermosas: son límites, mensajeras, testigos. Los ojos no solo observan: son hechizos.
Lo que espero que la gente sienta al contemplar mi obra no es solo la estética, sino la tensión subyacente. La historia que no se cuenta del todo, pero que de alguna manera se comprende. La rebelión silenciosa que se esconde tras los pliegues. Como en los viejos cuentos de hadas: si lo sabes, lo sabes.
Descubre mi colección de impresiones y carteles de arte de cuentos de hadas oscuros.