Definiendo el Kitsch: El arte del “mal gusto”
Kitsch es una de esas palabras que inmediatamente provoca debate. Para algunos, significa recuerdos baratos, baratijas de plástico o figuras llamativas. Para otros, representa alegría, ironía y memoria cultural. En el diseño y la cultura visual, el kitsch siempre se ha situado en la frontera entre lo vulgar y lo moderno. Lo que lo hace fascinante es su naturaleza cíclica: lo que antes se descartaba como "mal gusto" acaba volviendo como algo lúdico, elegante e incluso radical.
En láminas y pósteres de arte mural, la estética kitsch resurge con colores vibrantes, motivos exagerados e imágenes de un sentimentalismo descarado. No se trata de refinamiento, sino de abrazar el exceso, el humor y la emoción.
La nostalgia como estrategia de diseño
Una de las principales razones por las que el kitsch nunca desaparece es la nostalgia. Objetos que antes parecían ordinarios o vergonzosos se vuelven deseables cuando transmiten el aura de una época pasada. Una lámpara de lava, un flamenco de plástico o un póster psicodélico de los años 70 pudieron haber sido objeto de burla en su momento, pero décadas después representan autenticidad y memoria.

En interiores, esta nostalgia se traduce en una decoración que se siente personal. Colgar un cuadro de inspiración kitsch —un sol sonriente, un estampado floral llamativo o un retrato surrealista— no solo refleja una elección estética, sino también una conexión con un pasado colectivo. Estas imágenes nos recuerdan la juventud, los hogares familiares o momentos culturales en los que el diseño se centraba menos en la perfección y más en la diversión.
La ironía y el regreso del campamento
Otra razón por la que la estética kitsch resurge es la ironía. Desde mediados del siglo XX, artistas y diseñadores han adoptado el kitsch como una forma de cuestionar la alta cultura. Pensemos en las latas de sopa de Andy Warhol, los perros globo de Jeff Koons o el auge de la moda camp explorada en "Notas sobre lo camp" de Susan Sontag. Lo que antes parecía insípido se convirtió en un juego intelectual: una celebración irónica de lo absurdo.

En la decoración, esta ironía hace que el kitsch vuelva a ser accesible. Un póster rosa neón o una lámina brillante para pared pueden parecer exagerados, pero se eligen a sabiendas, como un guiño al espectador. La habitación no solo se decora, sino que se escenifica: mitad serio, mitad lúdico.
El kitsch en los interiores contemporáneos
Lejos de desaparecer, el kitsch prospera en el diseño contemporáneo. Interiores maximalistas, casas eclécticas y atrevidas colecciones de arte mural abrazan la estética del exceso. La gente está cansada de la moderación del minimalismo; anhela personalidad, humor y energía en sus espacios.
Pósteres botánicos con flores gigantes, retratos surrealistas rebosantes de color o tipografías deliberadamente horteras encarnan el espíritu kitsch. No se avergüenzan del sentimentalismo; al contrario, lo amplifican. Esta honestidad es precisamente la razón por la que el kitsch resurge.
El poder cultural del “mal gusto”
Llamar a algo "de mal gusto" siempre ha sido una forma de imponer jerarquías culturales. El kitsch se resiste a esa jerarquía. Permite decorar, coleccionar y crear sin temor a ser juzgado. Ya sea la purpurina en un cuadro, un souvenir de plástico reinventado como arte o un póster exagerado en la pared, el kitsch afirma que la alegría y el humor son tan valiosos como la elegancia.

Al acoger el kitsch, el arte y el diseño contemporáneos abren un espacio a la diversidad. Es posible honrar la cultura de la clase trabajadora, las tradiciones inmigrantes o la estética queer, todas ellas que históricamente han utilizado el kitsch como lenguaje de resistencia.
Por qué el kitsch sigue volviendo
Cada vez que las tendencias de diseño se inclinan hacia el minimalismo, la simplicidad o la pureza, el kitsch resurge como su opuesto. Ofrece color contra neutralidad, humor contra seriedad y exceso contra moderación. El ciclo continúa porque los humanos anhelan ambas cosas: la calma del orden y la alegría del caos.
Las láminas y pósteres de arte mural inspirados en el kitsch encarnan este ciclo. Permiten que la gente se rodee de color, risas y referencias culturales que cobran vida. Lo que antes era hortera se pone de moda precisamente porque se atreve a ser audaz.