Hay algo discretamente radical en un rostro que no sonríe. En un mundo que constantemente nos pide —sobre todo a los artistas, a las mujeres, a las personas socializadas para ser "buenas"— que nos suavicemos, que entretengamos, que nos hagamos más accesibles, pintar una expresión serena y seria no es solo una elección estilística. Es resistencia.
Mis retratos no te impresionan. No intentan conquistarte. Y lo hago a propósito.
Como artista, soy profundamente consciente de la expectativa cultural de que los rostros, especialmente los femeninos, transmitan encanto, alegría o al menos algún atisbo de calidez. Un rostro agradable es más fácil de digerir. Pero siempre me han interesado más los rostros indescifrables. Los que no ofrecen una señal emocional clara. Los que se niegan a consolar. Hay tanta emoción —tensión, fatiga, desafío, contención— en un rostro que simplemente es ... Sin sonrisa. Sin brillo. Sin esfuerzo por agradar.
En muchas de mis obras, notarás este motivo recurrente: rostros que miran, confrontan o se encierran, pero no sonríen. Son retratos de la individualidad sin disculpas. Te invitan a sentarte con la incomodidad. A experimentar un momento de ambigüedad. A preguntarte: ¿por qué quiero que este rostro me sonría? ¿Qué significa cuando no lo hace?
Para mí, estas expresiones tienen poder. Se refieren a límites. Silencio. Soberanía emocional. A veces reflejan el mundo interior del sujeto: distante, observador, en otra parte. Otras veces, reflejan mi propia negativa a aplanar la emoción hasta convertirla en algo bonito o agradable.
“HER” , una de mis piezas más íntimas, explora precisamente esta tensión. La figura parece suave y serena, pero su expresión es impenetrable. No hay calidez en el sentido habitual. En cambio, hay presencia. Un silencioso "no". Es sutil, pero una vez que lo percibes, se queda contigo.

De forma similar, en “YO, YO Y YO” , el yo escindido mira hacia adelante con una extraña indiferencia. Surgen tres identidades, ninguna de las cuales sonríe. La negativa a sonreír se interpreta como una negativa a fusionarse. Una forma de decir: No te debo nada. Ni siquiera una actuación agradable.

He recibido preguntas a lo largo de los años: ¿por qué tus retratos no son más atractivos? ¿Por qué transmiten tanta seriedad? ¿Pero no es ese el punto? No todos los retratos deberían ser un reflejo de alegría o atractivo. A veces, son un reflejo de resistencia. Un reflejo de quietud. Un reflejo de rabia, agotamiento, contemplación o neutralidad: todos estados que merecen ser vistos.
Estamos tan acostumbrados a interpretar la expresión a través de la performance. A menudo se espera que el arte aporte algo al espectador. Y aunque quiero que mi obra evoque —que conmueva algo en ti—, no me interesa la interacción emocional. Estos rostros no están ahí para darte lo que quieres. Están ahí para ser , para existir con una intensidad serena.
Esta incomodidad que sentimos ante un retrato serio dice más de nosotros que del sujeto. Y quizás eso es lo que la hace poderosa. Cuando un rostro no nos da las señales habituales, empezamos a proyectar. Indagamos más. Nos preguntamos qué ocultan, qué piensan, si están enfadados o, peor aún, indiferentes. En esta tensión es donde comienza la verdadera interacción.
Verás este tema de nuevo en "SOMBRAS" , un retrato melancólico que explora la identidad y la fragmentación a través de rostros estratificados y rasgos oscurecidos. Ninguno sonríe. Todos hablan, pero en silencio.

También es fundamental en mi serie de entradas de blog sobre identidad visual, performance y simbolismo emocional en el color, incluyendo "El color como emoción: Cómo elegir arte según lo que necesitas sentir" y "Los ojos en el arte: La mirada, el espejo, el hechizo" . Estas exploran los lenguajes emocionales más profundos que usamos cuando las palabras y los gestos se desvanecen.
El arte no siempre se trata de claridad. Y ciertamente no siempre se trata de complacer. Eso es algo que me recuerdo al pintar, sobre todo cuando me tienta suavizar un rostro, levantar una boca, añadir un brillo inapropiado. Hago una pausa y me pregunto: ¿para quién es esta comodidad?
Hay una extraña libertad al crear un rostro que no necesita explicarse. No es para obtener aprobación. No es para marketing. No es para el algoritmo. Es para la verdad.
Así que si alguna vez has visto una de mis obras y has pensado: "¿Por qué no sonríen?", debes saber que esta es la invitación. No a complacerte, sino a sentir algo más profundo. Algo real.