Pintando ojos: Por qué la visión es fundamental en mi arte original

Desde que pinto, los ojos me han seguido, no como simples rasgos, sino como presencias. Surgen sin invitación, florecen entre pétalos, flotan en la oscuridad, se multiplican como pensamientos que rechazan el silencio. En mis pinturas originales , el ojo se ha convertido en algo más que anatomía. Es emoción encarnada. Es conciencia hecha visible.

El ojo como portal

Cada ojo que pinto se siente como una puerta. Mira hacia afuera, pero también hacia adentro: un umbral entre la percepción y la introspección. La antigua creencia de que los ojos reflejan el alma siempre ha resonado en mí, aunque en mi obra se expande: los ojos no solo reflejan emociones, sino que las contienen . Son vehículos para el sentimiento, símbolos de la conciencia misma.

Pintura abstracta de técnica mixta que presenta formas similares a ojos verdes rodeadas de estructuras vibrantes similares a plantas de color rojo y rosa.

En mis composiciones surrealistas, los ojos emergen no donde "deberían" estar, sino donde ocurre la percepción: dentro de las flores, entre reflejos cromados, dispersos sobre superficies abstractas. Me recuerdan que la visión no se limita al acto físico de ver; es la consciencia más profunda que perdura incluso cuando el mundo se desdibuja.

La pintura como visión

Pintar es, en cierto sentido, ver dos veces. Primero con el cuerpo, luego con la mente. El proceso de crear obras originales es para mí un ejercicio de visión multidimensional: percibir lo existente y luego traducir lo invisible. El ojo, como motivo recurrente, se convierte tanto en herramienta como en metáfora: el propio órgano de transformación del pintor.

Cuando trazo el contorno de un iris, no reproduzco la realidad. Construyo un sistema de espejos emocionales: una imagen que refleja al espectador. Muchas de mis obras buscan disolver la jerarquía entre observador y observado; la mirada se mueve en ambos sentidos.

El legado simbólico del ojo

La fascinación por los ojos es antigua y casi universal. Amuletos egipcios, iconos bizantinos y talismanes populares eslavos utilizaban el ojo como símbolo protector : un guardián que ve el peligro antes de que llegue. En las tradiciones paganas y esotéricas, también significaba iluminación, el despertar de la visión interior.

Mi propia atracción por el ojo surge de esta tensión: protección y exposición, control y entrega. El ojo pintado nunca parpadea; es la vigilancia personificada. Sin embargo, también es una confesión, una forma de decir: «Te veo y soy visto».

Cromo, luz y reflejo

En muchas de mis pinturas originales de técnica mixta , utilizo pigmentos metálicos: cromo plateado, capas iridiscentes y texturas reflectantes. Estas elecciones no son solo estéticas, sino también conceptuales. Las superficies cromadas reflejan al espectador, impulsándolo a integrarse en la composición. Te conviertes en la mirada que completa la obra.

La pintura etérea «Sensibilidad» presenta formas florales con múltiples ojos, explorando temas de consciencia. Los vibrantes pétalos en rojo, rosa y naranja sobre un fondo de bronce metálico crean una atmósfera mística.

Esta cualidad reflexiva transforma la mirada en participación. La obra no termina con la pintura: continúa con la presencia del espectador, su sombra, su movimiento por la sala.

La dimensión emocional de la visión

Los ojos no solo transmiten significado, sino también estado de ánimo. En mis pinturas, a menudo aparecen tristes, abrumados o serenos, según el paisaje emocional que exploro. A veces derraman lágrimas metálicas; otras veces permanecen suspendidos, abiertos pero insensibles, como testigos aturdidos por la belleza.

La repetición de la mirada se convierte en una especie de mantra visual: un recordatorio de que la percepción es un acto emocional. Ver profundamente es ser vulnerable.

Por qué la visión sigue siendo mi tema central

Para mí, pintar no se trata de replicar lo que veo, sino de cuestionar cómo se produce la visión. Los ojos son la arquitectura de la conciencia, la mecánica espiritual de la empatía y el control. Simbolizan tanto la distancia como la conexión, la frágil frontera entre el observador y lo observado.

Cuando pinto ojos, también pinto la conciencia: la mía y la de quien elige mirar. La mirada, en el arte, se convierte en un acto de comunión.


El ojo en mis pinturas originales no es un adorno; es un símbolo viviente. Observa, recuerda, revela.
Y tal vez, en cada una de mis pinturas, hay un fragmento mío: la parte que no parpadea y sigue buscando la verdad en el color, la textura y la forma.

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