Por qué la mirada femenina cambia la atmósfera emocional del retrato
La representación se convierte en una cuestión ética en el momento en que el retrato trasciende la mera imagen. Al retratar mujeres, parto de una conexión interior, no de la mera observación. El objetivo no es exponer, idealizar ni dramatizar, sino crear un entorno emocional donde la figura se sienta segura en sí misma. Este cambio —de observar a una mujer a crear con y para ella— es lo que define la mirada femenina en el arte contemporáneo impreso. Sustituye el espectáculo por la honestidad, la intimidad por la autonomía y la belleza superficial por la resonancia interior.

La ternura como fundamento, más que como elección estética
La ternura que se aprecia en mis retratos no es un efecto añadido, sino el punto de partida. Al construir un rostro, creo suavidad mediante degradados, tonos rosados y transiciones cromáticas intuitivas que realzan la figura en lugar de exponerla. Esta ternura es relacional. Refleja la forma en que las mujeres suelen observarse entre sí: con delicadeza, en silencio, sin miradas inquisitivas. El retrato se convierte en un espacio de protección emocional, no en un escenario. De este modo, la ternura se transforma en un gesto ético: una negativa a reducir al sujeto a un objeto.
Honestidad sin dureza
La honestidad femenina rara vez se representa en la cultura visual dominante sin estar filtrada por la incomodidad, la tensión o la crítica. En mi obra, la honestidad se manifiesta a través de la quietud. Un rostro que no sonríe, pero tampoco se retrae. Una mirada que encuentra al espectador con suavidad en lugar de exigir atención. Una expresión que no actúa. Este tipo de honestidad no conlleva castigo ni espectáculo. Es una honestidad que se siente vivida y emocionalmente arraigada. La ausencia de expresión forzada se convierte en una forma de respeto: la mujer no está obligada a entretener, encantar ni narrar su propia historia.

Confort a través del color, el brillo y el suave surrealismo
El color desempeña un papel fundamental en la creación de una atmósfera de confort emocional dentro de un retrato. Los rosas cálidos, la bruma lavanda, las sombras turquesa y los negros suaves contribuyen a crear una atmósfera protectora, en lugar de una exposición. El brillo interior que utilizo —un sutil resplandor que emana del interior de la figura— refuerza esta seguridad. En vez de una luz que incide sobre la modelo, exigiendo visibilidad, la luz surge de su mundo interior, otorgándole una sensación de autodefinición. El sutil surrealismo presente en la obra, ya sea a través de ecos botánicos o delicadas distorsiones, evita que el retrato se perciba hiperrealista o vulnerable al escrutinio. Se convierte en un espacio simbólico, no en un espejo.
¿Por qué las mujeres que interpretan a mujeres se sienten diferentes?
Cuando las mujeres retratan a otras mujeres, el contrato emocional dentro de la obra de arte se transforma. El retrato ya no se trata de posesión ni de exhibición, sino que se convierte en una conversación sobre la interioridad, la identidad y las verdades silenciosas. En mi práctica, esto se manifiesta en la forma en que suavizo los contornos, construyo texturas en la piel o sitúo la figura en campos de color que la envuelven como una atmósfera. El retrato se convierte en un espacio compartido, donde el sujeto no es idealizado ni analizado, sino acompañado.

La ética del no rendir
Una de las decisiones más éticas al representar a las mujeres es permitirles simplemente ser . Muchos de mis retratos poseen una expresión neutral, no porque la neutralidad sea insípida, sino porque es liberadora. Elimina la expectativa de un esfuerzo emocional. La mujer del retrato no le debe nada al espectador. No está obligada a seducir, revelar ni justificarse. Esta negativa a actuar es una forma de rebeldía silenciosa. Protege a la figura de interpretaciones que simplifican su complejidad.
Protección simbólica a través de elementos botánicos surrealistas y formas de halo
Los elementos simbólicos que rodean mis retratos femeninos a menudo actúan como escudos delicados. Elementos botánicos que se enroscan alrededor del rostro, halos de anillos punteados o pétalos espejados que brillan: estas formas crean límites emocionales. Transforman el mundo interior de la figura en un entorno protector. La mujer no se expone al espectador; está rodeada por su propio paisaje simbólico. Estas estructuras visuales respaldan la ética de la representación al honrar la interioridad de la mujer en lugar de exhibirla.

Un retrato seguro sigue siendo poderoso.
La seguridad no debilita el retrato; lo fortalece. Una mujer retratada con ética y cuidado posee un poder distinto: sereno, firme y profundamente humano. No finge intensidad; la encarna. No ofrece vulnerabilidad; la hace suya. Esta integridad emocional es lo que distingue a los retratos realizados por mujeres en el arte contemporáneo. No buscan el espectáculo, sino la resonancia.
Las mujeres que retratan a otras mujeres crean un lenguaje artístico donde coexisten la comodidad y la honestidad, donde la ternura no es sentimental sino estructural, y donde la mirada restaura en lugar de consumir.