Por qué la multiplicidad se siente tan humana
Cada vez que dibujo una figura con dos caras, tres perfiles o expresiones reflejadas que emergen de un mismo cuerpo, pienso en las múltiples facetas que puede tener una persona. Todos transitamos por la vida con más de un registro emocional. Sentimos anhelo y fuerza a la vez, esperanza y agotamiento, alegría envuelta en miedo. Los personajes de múltiples caras hacen visible esta complejidad interior. Como arte mural, aportan una sensación de profundidad psicológica a una habitación, sin ser abrumadora, sino con una honestidad serena que resulta familiar incluso si la imagen parece surrealista.

La dualidad como pulso artístico
Figuras bicéfalas aparecen a menudo en mis pósteres. Una cara puede mirar hacia afuera mientras la otra se vuelve hacia adentro, creando una suave tensión entre la presencia externa y la vida interior. Me encanta esta dualidad porque refleja cómo se siente la gente en los espacios que habita. En una sala de estar, un póster así se convierte en una conversación sobre el equilibrio: el yo que actúa y el yo que descansa. En un dormitorio, evoca los cambios íntimos entre la vulnerabilidad y la resiliencia. La dualidad no es conflicto; es movimiento.
El caos tranquilo de tres caras
Las figuras de tres cabezas introducen un ritmo diferente. Se sienten como pensamientos rotatorios, ecos emocionales, un latido dividido en voces separadas. Al dibujarlas, pienso en el tiempo: pasado, presente y futuro superpuestos, o diferentes estados emocionales interactuando en un mismo cuerpo. La composición se vuelve ligeramente caótica, pero de una manera suave y melódica. Como arte mural, estas láminas aportan vitalidad a los interiores modernos. Energizan estancias minimalistas y dan profundidad a espacios eclécticos, ofreciendo un recordatorio visual de que la identidad es fluida y está en constante evolución.
Yo reflejado y reflexión emocional
Los rostros reflejados transmiten un tono emocional más tranquilo. Crean una simetría que se siente casi espiritual, como un ritual de autorreconocimiento. Cuando trabajo con figuras reflejadas, presto atención a las pequeñas diferencias entre ambos lados —un giro en el ojo, una ligera inclinación de la boca— porque incluso el reflejo es imperfecto. Estos pósteres funcionan a la perfección en la decoración del hogar como anclas emocionales. Son relajantes en las entradas, meditativos en los dormitorios e impactantes en estudios o espacios de trabajo donde la introspección es fundamental.

La multiplicidad y el cuerpo surrealista
En mis retratos multifacéticos, el cuerpo suele ser simple mientras que los rostros se multiplican. Este desequilibrio es intencional. Un cuerpo estable con expresiones complejas crea una quietud escultural en torno al movimiento emocional. Es una forma de mostrar que, incluso cuando la mente se siente dispersa, algo en nosotros permanece arraigado. En la pared, esta tensión se vuelve atmosférica. Aporta peso psicológico a la habitación, a la vez que mantiene la composición visual delicada y poética.
El color como eco emocional
Las paletas que utilizo para estas figuras suelen tener su propia multiplicidad: violetas suaves con rojos intensos, verdes apagados con acentos brillantes, tonos de piel pálidos delineados con trazos casi gráficos. Los colores evocan la complejidad emocional de los propios personajes. En interiores, estas paletas cambian el ambiente de la habitación según la luz. La luz de la mañana los suaviza; la del atardecer intensifica los contrastes. Esta flexibilidad hace que los pósteres multifacéticos sean especialmente impactantes en espacios modernos.
Por qué estas cifras resuenan entre los espectadores
La gente suele decirme que mis figuras bicéfalas o reflejadas resultan extrañamente reconfortantes. Creo que es porque captan la verdad de que nadie es una sola cosa. Cargamos con contradicciones, esperanzas, recuerdos, sombras, deseos; todo a la vez. Ver esto expresado visualmente en un póster puede ser un reconocimiento. Convierte la pared en un espacio donde se permite la complejidad, incluso se celebra.

Una presencia simbólica en los hogares contemporáneos
En interiores modernos, donde la simplicidad y la claridad suelen predominar, los carteles multifacéticos aportan profundidad emocional sin recargar. Actúan como compañeros simbólicos. Anclan la estancia con una presencia suave, surrealista y psicológicamente rica. Ya sea colgados en un pasillo tranquilo o sobre un rincón de lectura, invitan al espectador a detenerse y reconocer las múltiples identidades que habitan en un mismo cuerpo. Y en esa pequeña pausa, se percibe algo genuino.