¿Por qué el color neón habla el lenguaje del calor?
El color neón tiene una temperatura inconfundible. Brilla, vibra y palpita de una forma que se siente física más que visual. Cuando uso verdes, rosas o rojos neón, no busco el espectáculo; intento expresar una especie de calor interior. Un calor emocional. Una presión psíquica. Una fiebre que surge del interior, no de la luz misma. Estos colores no se quedan quietos en la superficie; irradian hacia afuera como energía que escapa del cuerpo.

El verde neón como símbolo de tensión, conmoción y alerta psíquica.
El verde neón es uno de los colores más emotivos en mi obra. Posee una dualidad: en parte tóxico, en parte eléctrico, en parte vital. Su intensidad se siente como una señal de alerta o un estado de alerta máxima. Lo utilizo para expresar agudeza psicológica: esos momentos de gran intensidad emocional, cuando el mundo interior se siente fragmentado o sobreexpuesto. En una composición, el verde neón crea un destello, un punto de presión, una sensación de inmediatez que irrumpe en la calma.
Calor Rosa: Del Rubor a la Mirada Psíquica
El rosa, sobre todo en sus versiones neón o hipersaturadas, puede transmitir una sorprendente intensidad emocional. Va mucho más allá de la mera suavidad. Cuando adquiere un tono febril, el rosa se convierte en rubor, agitación interior o emociones aflorantes. Irradia calidez, deseo, vergüenza, vulnerabilidad o una sensación de agobio. En mis retratos, el rosa neón suele ubicarse cerca de los ojos o las mejillas, sugiriendo un rostro que arde desde dentro: emocional, psicológica o espiritualmente.

La fiebre del rojo: Intensidad sin violencia
El rojo es el color más obviamente «caliente», pero en mi obra intento alejarlo del peligro o la agresión literales. En cambio, lo uso para evocar una fiebre emocional: una temperatura interna creciente, una presión que se acumula tras los ojos o bajo la piel. Estos rojos vibran con intensidad: cargados, inquietos, concentrados. Se convierten en fuego interno en lugar de amenaza externa, sugiriendo experiencias vividas profundamente en vez de exhibidas con ostentación.

El calor como atmósfera emocional
La combinación de verdes neón, rosas intensos y rojos vibrantes conforma un campo térmico, una suerte de clima emocional. Estos tonos crean una atmósfera febril, donde la emoción se siente inmediata y vívida. Los colores no describen la emoción; son la emoción misma. El calor saturado se asienta en la superficie, pero también penetra en el interior, moldeando la respiración, las reacciones y la interpretación de la imagen por parte del espectador.
El contraste como termostato emocional
Los colores febriles se intensifican aún más al contrastar con tonos fríos u oscuros. El negro profundiza el brillo. Los tonos tierra lo estabilizan. Los tonos de piel pálidos permiten que el calor neón ascienda y resplandezca. Al contrastar los extremos, amplifico la intensidad emocional de la imagen. El calor parece filtrarse al espacio circundante, como una calidez incontenible.

Por qué el color febril resuena hoy
Hay una razón por la que la intensidad del neón se percibe como contemporánea. Refleja el clima emocional que muchas personas experimentan: sobreestimulación, sensibilidad exacerbada, presión interna y la sensación de arder por dentro mientras mantienen la compostura en apariencia. El color vibrante captura esta dualidad. Revela la temperatura emocional oculta de la vida moderna y la hace visible, radiante e innegable.
El calor neón en el arte no es solo un impacto visual.
Es fiebre emocional: el resplandor de todo lo que sentimos pero no decimos.