El ojo como símbolo de adivinación más antiguo
En muchas tradiciones místicas, el ojo no es simplemente un órgano de la vista, sino un umbral. En el tarot, la mirada de una figura suele revelar más que la escena que la rodea: sugiere un conocimiento interior, una intuición que aflora o una verdad que devuelve la mirada al espectador. En mis retratos surrealistas, el ojo se trata con esta misma solemnidad. Se expande, se multiplica, se estira o brilla desde dentro, como si no viera el mundo, sino que lo revelara. Estos ojos se comportan menos como rasgos faciales y más como portales: aberturas por donde fluyen la emoción, la memoria y la intuición.

La mirada que mira hacia afuera y hacia adentro
Una de las cualidades más llamativas de las imágenes del tarot es la forma en que las figuras parecen mirar tanto al lector como a sí mismas. Mis retratos exploran esa dualidad. Los ojos suelen transmitir una quietud deliberada, una mirada que no busca expresar emoción, sino contenerla. No son ojos expresivos, sino contemplativos. Crean la sensación de que la figura observa al espectador tanto como el espectador observa a la figura. Esta reciprocidad transforma la mirada en un encuentro adivinatorio, un momento donde dos mundos interiores convergen en el centro de la imagen.
Multiplicando el Portal
Cuando un retrato contiene múltiples ojos —apilados, reflejados o ligeramente desalineados— el efecto no busca distorsionar la figura, sino expandir la percepción. La multiplicidad crea la sensación de que existen varios puntos de vista simultáneamente, como si el retrato presenciara múltiples capas emocionales al mismo tiempo. Esto recuerda la forma en que el tarot suele presentar símbolos duales, formas reflejadas o motivos repetidos para expresar complejidad. Un ojo multiplicado en el arte surrealista se convierte en un portal ensanchado: una puerta a través de la cual pueden emerger intuiciones más sutiles, contradicciones o verdades profundas.

La luz como indicador de la visión
En el tarot, la luz simboliza la revelación, ya sea el resplandor de la estrella, la linterna del Ermitaño o la claridad abrumadora del sol. En mis retratos, los ojos suelen irradiar un brillo interior. La luz no incide sobre ellos; emerge desde dentro, sugiriendo un conocimiento intuitivo ya presente. Este brillo transforma el ojo en un faro simbólico, un umbral iluminado donde el mundo interior se vuelve legible. El resplandor que rodea o emana de los ojos se convierte en una señal ritual, que apunta al centro emocional de la obra.
El color y la frecuencia emocional de la visión
El tarot utiliza el color para marcar la frecuencia emocional, y abordo mi paleta con una intención similar. Cuando los ojos brillan con un azul intenso, el retrato se inclina hacia la introspección y la percepción onírica. Cuando los ojos tienen matices rojos o rosados, la mirada se siente impregnada de deseo, urgencia o vulnerabilidad. El verde introduce inteligencia intuitiva y transformación. El dorado señala iluminación o claridad. En este sentido, los ojos se comportan como las cartas del tarot: hablan con color mucho antes de hacerlo con símbolos.

El ojo botánico como portal viviente
En muchas de mis obras, los ojos se funden con formas botánicas o emergen de tallos, pétalos y figuras orgánicas reflejadas. Esta fusión de visión y crecimiento refleja la imaginería de interconexión del tarot, donde naturaleza, emoción e intuición operan como una sola. El ojo botánico no solo ve; siente. Expande la percepción más allá del mundo visible y la ancla al instinto y la conciencia corporal. Esta fusión convierte al ojo en un portal viviente, una puerta adivinatoria que crece del mismo ecosistema emocional que el resto del retrato.
La quietud como gesto adivinatorio
Las expresiones serenas y apacibles de mis retratos son intencionales. En el tarot, la revelación rara vez llega con prisa; surge de la quietud. Mis figuras poseen esa misma energía contenida. Sus ojos no gritan; escuchan. Crean un instante de suspensión en el que se invita al espectador a detenerse, a suavizar su atención y a permitir que el significado aflore con naturalidad. La quietud de la mirada se convierte en una forma de adivinación: una manera para que el espectador acceda a algo interno a través de la calma del retrato.

El ojo como carta del tarot contemporánea
Aunque mi arte no reproduce la iconografía del tarot, los ojos en mis retratos funcionan como símbolos contemporáneos del tarot. Son lugares de intercambio intuitivo, puntos de contacto visuales donde se manifiesta la profundidad emocional y psíquica. Cada ojo es un portal: hacia la figura, hacia el espectador y hacia el silencioso espacio que existe entre ambos. A través del brillo, la multiplicidad, el color y la quietud, el ojo se convierte en una puerta adivinatoria que invita a la interpretación a la vez que ofrece su propia claridad silenciosa.