Los rostros como portales hacia los arquetipos
Los rostros femeninos en el arte siempre han estado cargados de simbolismo, pero en los carteles de retratos contemporáneos se convierten en portales hacia algo más profundo: un reino donde la emoción se solidifica en mito. Al crear rostros femeninos simbólicos, no me limito a representar expresiones; doy forma arquetipos. Estos rostros existen en algún punto entre la individualidad y la universalidad, portando vestigios de historias que se sienten ancestrales incluso cuando la imaginería es moderna. Combinan emoción con peso narrativo, transformando sentimientos fugaces en algo atemporal.

La Doncella: Inocencia, Devenir y Luz Abierta
El arquetipo de la doncella no se centra en la juventud, sino en el comienzo . Representa la apertura, la curiosidad y la chispa inicial de la identidad antes de que el mundo imponga sus definiciones. En mi obra, la doncella suele aparecer con suaves contrastes, transiciones delicadas y detalles florales o luminosos. Su mirada no es ingenua, sino receptiva: un símbolo del devenir más que del ser. Las tradiciones populares a menudo representan a la doncella como una figura limítrofe entre la infancia y la adultez, y yo exploro ese mismo umbral visualmente, donde la suavidad encierra un poder oculto y la vulnerabilidad se convierte en su propia forma de claridad.
El gemelo: dualidad, reflexión y ecos internos
El arquetipo del gemelo es uno de los más ricos psicológicamente. Los gemelos representan espejos, contradicciones, diálogos internos y la sensación de vivir múltiples vidas emocionales a la vez. En mis carteles de retratos, figuras gemelares aparecen mediante composiciones simétricas, formas duplicadas o paletas de colores reflejadas. Evocan la dualidad presente en el folclore —luz/sombra, noche/día, yo/otro— no como opuestos, sino como estados interconectados. Este arquetipo expresa la complejidad de la identidad emocional moderna: ser una persona albergando en su interior múltiples versiones de sí misma.

La bruja: Poder, sensibilidad y conocimiento prohibido
En mi obra, el arquetipo de la bruja nunca es malvado. Es un símbolo de sensibilidad convertida en consciencia: la mujer que ve más, siente más, sabe más. El folclore suele asociar a las brujas con poderes liminales, conocimiento intuitivo y la capacidad de transformación. Exploro estos temas a través de rostros marcados por la intensidad: ojos sombríos, símbolos elementales, flora oscura o distorsiones surrealistas. El arquetipo de la bruja se convierte en una forma de retratar la interioridad femenina no como fragilidad, sino como profundidad y fuerza. Es el retrato de la mujer que se niega a suavizar sus asperezas para ajustarse a las expectativas.
El soñador: El umbral entre la vigilia y la imaginación
El arquetipo de la soñadora aparece en retratos donde los rasgos se suavizan, se difuminan o se entrelazan con elementos surrealistas. Formas flotantes, colores inusuales o extensiones botánicas convierten el rostro en un puente entre la conciencia y el mundo interior. En el folclore, la soñadora es la viajera que transita entre mundos; en mi obra, encarna ese estado de deriva donde las imágenes se funden en simbolismo. La soñadora representa la fluidez emocional, la introspección y el valor de la libertad. Muestra la belleza de los pensamientos que nunca se resuelven por completo, sino que continúan fluyendo como la luz bajo el agua.

El folclore como lenguaje emocional
El folclore da forma a muchos de los rostros simbólicos que creo. Los relatos tradicionales suelen representar a las mujeres a través de arquetipos expresivos, no restrictivos: la sanadora, la vagabunda, la protectora, la oráculo. Estas figuras permiten que la emoción se plasme mediante la metáfora. Al hacer referencia a este linaje, mis carteles conectan sentimientos contemporáneos con patrones narrativos antiguos. Los elementos surrealistas —flores que sustituyen los rasgos, composiciones reflejadas, formas alargadas— se convierten en equivalentes visuales de la narración simbólica. Transforman el retrato en un fragmento mitológico en lugar de una representación directa.
Cuando la emoción se convierte en mito
Lo que otorga poder a los rostros femeninos simbólicos en forma de cartel es su capacidad para transformar la emoción personal en mito colectivo. Una sola expresión puede albergar miles de interpretaciones; un detalle simbólico puede cambiar por completo el registro emocional. Al crear estas obras, las concibo como mitos emocionales: destilados, elevados, atemporales. Capturan la intensidad de los sentimientos íntimos y, a la vez, se conectan con historias que han perdurado a través de culturas y épocas.
Los carteles de retratos como narración moderna
En la pared, estos rostros simbólicos funcionan como iconos contemporáneos. No son religiosos, pero tienen presencia. No son literales, pero se sienten auténticos. Transmiten narrativas emocionales a través de gestos simbólicos, estructuras arquetípicas e imágenes inspiradas en el folclore. Esta mezcla convierte los carteles en algo más que decoración: se transforman en piezas narrativas que se despliegan lentamente con el tiempo.

Los rostros femeninos simbólicos nos recuerdan que la vida interior siempre ha sido mítica. En cada expresión yace una historia. En cada arquetipo yace una verdad que hemos sentido pero no hemos podido nombrar. Y en cada retrato, la emoción se convierte en un lenguaje que conecta lo personal con algo vasto, antiguo y bellamente humano.