¿Por qué los símbolos subconscientes nos resultan inmediatamente familiares?
Ciertas imágenes nos resultan familiares incluso cuando son extrañas. Un pétalo reflejado, un tallo doble, un rostro con un brillo tenue: estos elementos suelen resonar en nosotros antes de que comprendamos el porqué. En mi obra, esta sensación de reconocimiento es intencional. Utilizo flora surrealista y retratos simbólicos para conectar con el subconsciente en lugar de con la mente racional, creando formas que evocan experiencias emocionales en vez de la realidad literal. Por eso, quienes las contemplan a menudo se reconocen en la obra. Los símbolos apelan a los patrones internos que todos llevamos dentro, aquellos que sentimos mucho antes de poder nombrarlos.

Botánica reflejada como reflejo de patrones internos
La reflexión botánica es uno de los ejemplos más claros de patrones subconscientes en mi arte. Al reflejar pétalos, tallos o formas florales sobre un eje vertical, la forma resultante se siente a la vez natural e inquietante. Esta dualidad refleja la estructura del subconsciente mismo: familiar, pero distorsionada; simétrica, pero impredecible. Estas formas botánicas reflejadas pueden representar repeticiones emocionales, ciclos o partes del yo que se enfrentan. Funcionan como metáforas de reflexión e integración, expresando dinámicas internas que las palabras apenas logran capturar.
Rostros surrealistas como portadores de la verdad emocional
Los rostros de mis retratos no buscan el parecido, sino la resonancia. Su neutralidad, sutil distorsión y degradados cromáticos los convierten en espejos emocionales más que en individuos literales. Al permanecer inmóviles las expresiones, el espectador no se ve guiado hacia una única interpretación. En cambio, el retrato abre un espacio para el reconocimiento interior. Los elementos surrealistas —ojos luminosos, piel translúcida o sutil alargamiento— insinúan estados subyacentes, propiciando una lectura subconsciente. El rostro se transforma en un receptáculo de emoción, más que de identidad.

El color como lenguaje que el subconsciente comprende
El subconsciente responde al color antes que a la forma. Por eso mi paleta juega un papel tan central en la estructura simbólica de la obra. El rosa fucsia evoca calor y apertura. El lavanda refleja intuición y suavidad. El verde azulado ancla la atmósfera emocional. El verde ácido aporta una vibrante energía. Estos colores no describen la emoción; la evocan. Cuando los espectadores se reconocen en un cambio de color o en un borde luminoso, suele ser porque el tono coincide con algo que han sentido internamente: una sensación más que una narración.
Distorsiones suaves que reflejan la experiencia interior
Ligeras distorsiones en la forma o la proporción pueden reflejar cómo la emoción altera la percepción. Una flor que se dobla bruscamente, un rostro alargado por la luz o un ojo que brilla desde dentro sugieren una verdad psicológica más que física. Estas distorsiones no pretenden inquietar, sino mostrar honestidad. Expresan cómo los estados internos transforman el mundo que nos rodea. Los espectadores reconocen estas distorsiones porque evocan momentos de introspección, tensión o transformación: instantes en que la realidad se percibe difuminada.

Atmósfera emocional como paisaje subconsciente
La atmósfera que rodea mis figuras —bruma, brillo, sombra, suavidad— funciona como el entorno subconsciente que todos llevamos dentro. Esta cualidad atmosférica crea una sensación de espacio interior más que de escenario exterior. La obra se convierte en un paisaje de estados emocionales: densos, difusos, iluminados o inquietos. Por eso, quienes la contemplan suelen describir la sensación de «verse reflejados» en la composición. El paisaje emocional refleja nuestro clima interno, algo que comprendemos instintivamente aunque no podamos expresarlo con palabras.
Por qué la flora surrealista se siente personal en lugar de abstracta
Las flores son poderosos símbolos porque conllevan asociaciones culturales, emocionales y psicológicas. Al modificarlas —reflejando pétalos, añadiendo núcleos de neón, estirando formas hasta casi humanoides—, las plantas se convierten en representantes de las emociones. Pueden simbolizar vulnerabilidad, crecimiento, deseo, tensión o sanación. Su carácter surrealista las convierte en símbolos más que en elementos decorativos. Quienes las observan se reconocen en estas flores no porque les resulten familiares, sino porque les resultan familiares.

Reconocimiento subconsciente como conexión
Cuando el arte toca el subconsciente, elude la explicación. El espectador responde instintivamente: con una sensación, un recuerdo, una cercanía. Esta es la base de la conexión en mi obra. El simbolismo subconsciente permite que la obra se comunique sutilmente, ofreciendo reconocimiento sin necesidad de instrucciones. La flora y los rostros surrealistas se convierten en espejos emocionales, reflejando verdades internas a través de una sutil distorsión, la lógica del color y la forma simbólica.
En este espacio tranquilo e intuitivo, el reconocimiento se convierte en una forma de comunión. Vemos reflejados nuestros patrones internos, y la obra de arte se transforma en un lugar donde nuestro subconsciente finalmente se siente comprendido.