Los arquetipos como estructuras emocionales
El tarot siempre ha ofrecido una forma de comprender el mundo interior a través de figuras simbólicas, más que mediante relatos literales. Cada carta transmite una configuración emocional, un patrón de instinto, miedo, despertar o transformación. Mis retratos surrealistas operan mediante una arquitectura emocional similar. Los rostros, los brillos y las formas botánicas nunca pretenden representar individuos literales; funcionan como arquetipos que describen un estado del ser. La obra de arte se convierte en un contenedor de un momento emocional, ya sea la quietud previa a una decisión, la tensión que vibra bajo la superficie o una verdad silenciosa que emerge lentamente al reconocimiento.

Los rostros como contenedores de mundos interiores
Las figuras de mi obra rara vez muestran una expresión manifiesta. Su emoción se transmite a través de la quietud, la simetría y una sutil distorsión, al igual que las figuras del tarot, que revelan profundidad sin dramatismo. Un rostro sereno e indescifrable puede contener la misma gravedad interior que la Suma Sacerdotisa, mientras que un semblante doble o fracturado evoca la identidad compleja sugerida por cartas como Los Enamorados o El Juicio. De este modo, el retrato surrealista deja de ser una mera representación y se convierte en una puerta simbólica al interior del espectador.
Multiplicidad y el arquetipo de la dualidad
La dualidad es uno de los temas más recurrentes del tarot. Luz y sombra, intuición y lógica, fuerzas conscientes e inconscientes coexisten. Mis rostros reflejados, rasgos multiplicados y ojos repetidos son ecos visuales de esta tensión. Muestran el momento en que el yo no se alinea perfectamente, cuando diferentes impulsos tiran en direcciones opuestas. En lugar de representar confusión, estas imágenes reflejan la complejidad inherente a todas las transiciones emocionales. La multiplicidad se convierte en un arquetipo propio, que describe el delicado equilibrio entre verdades internas contrapuestas.

Resplandor como señal intuitiva
En el tarot, la luz siempre es simbólica. Representa claridad, intuición y momentos en que la comprensión espiritual o emocional se hace visible. La luz en mis retratos se comporta de la misma manera. Surge de la figura, no del entorno, iluminando mejillas, gargantas o centros botánicos como si la intuición misma irradiara luz. Esta iluminación interior guía al espectador hacia el núcleo emocional de la obra, identificando la zona del retrato donde reside la verdad más profunda. El resplandor actúa como una señal intuitiva, sutil pero inconfundible.
El color como arquetipo emocional
El tarot se basa en el color como un código que habla mucho antes que el lenguaje. En mi trabajo, utilizo el color con la misma intencionalidad. En lugar de funcionar como decoración estética, cada tono establece un clima psicológico dentro del retrato. Los rojos intensos crean una sensación de presión o de activación interna, como si algo dentro de la figura comenzara a despertar. Los azules invitan a la introspección y a la lógica onírica, configurando el retrato como un espacio de escucha interior. Los verdes transmiten la sensación de transformación emocional, de esa que se desarrolla lentamente y a veces con dificultad. Los rosas encierran ternura y vulnerabilidad, suavizando la atmósfera que rodea a la figura e invitando a la cercanía. Los dorados y amarillos introducen coherencia y una suerte de revelación silenciosa, la sensación de que algo finalmente encaja. Cuando estos colores rodean o emergen de la figura, definen el arquetipo del retrato con la misma claridad con que una carta del tarot define su propio paisaje emocional.

Las formas botánicas como símbolos vivientes
En el tarot, las plantas suelen simbolizar ciclos, renovación, armonía o intuición. Los motivos botánicos en mis retratos surrealistas evocan estos significados, pero los extienden a un nuevo territorio emocional. Una flor que emerge de la figura puede sugerir un sentimiento a punto de aflorar. Una hoja reflejada puede indicar equilibrio tras un período de tensión interna. Pequeñas formas que recuerdan a semillas pueden representar un potencial aún no revelado. Los motivos botánicos se convierten en extensiones emocionales de la figura, dando forma al retrato como un arquetipo viviente en lugar de una representación estática.
La distorsión como verdad emocional
Las imágenes del tarot a menudo recurren a la distorsión para comunicar estados psicológicos. Las figuras se estiran, flotan o alteran sus proporciones para expresar algo más profundo que el realismo. Mis propias distorsiones siguen esta tradición. Un ojo agrandado puede representar una mayor consciencia. Un pómulo suavizado o alargado puede indicar entrega o receptividad. Un plano facial sutilmente modificado puede sugerir transición. La distorsión se convierte en un lenguaje para las emociones que rara vez encuentran palabras precisas.

Arquetipos de quietud, revelación y transición
Cada retrato se sitúa en algún punto de un ciclo de arquetipos emocionales. Algunos irradian quietud, una presencia que encierra conocimiento sin mostrarlo. Otros revelan tensión o claridad, mostrando el momento en que la presión interna se hace visible. Otros, en cambio, representan la transición, donde los colores cambian, los rostros se multiplican o los rasgos se inclinan suavemente hacia una nueva dirección emocional. Estas etapas reflejan la estructura dinámica del tarot, donde cada carta no refleja eventos, sino estados del alma.
Un Tarot Contemporáneo del Ser
Mi arte no reproduce la iconografía del tarot, sino que refleja su lógica emocional. Cada retrato surrealista se convierte en una carta contemporánea: una imagen diseñada no para contar una historia, sino para reflejarla. El espectador se encuentra con una figura que escucha, absorbe e invita a la interpretación. De este modo, la obra se transforma no solo en una experiencia visual, sino en un espejo emocional. El arquetipo reside no solo en el retrato, sino también en la persona que se encuentra frente a él.