Hay un tipo específico de belleza que reside en la oscuridad: no en la ausencia de luz, sino en su profundidad. Mis obras de técnica mixta surgen de esa idea. Las construyo capa por capa, usando acrílicos, delineadores y pinturas metálicas para crear una profundidad que se siente física, emocional y simbólica a la vez.
Para mí, la oscuridad no se trata de melancolía. Se trata de atmósfera. Es donde reside el misterio: donde los reflejos metálicos de la plata y el cromo se funden con la pintura mate, donde el rosa neón brilla como una herida y donde las flores adquieren vida. En este espacio estratificado, cada superficie esconde algo.
Construyendo profundidad a través de los materiales
Trabajar con técnicas mixtas me permite tratar la superficie como si fuera algo vivo. Empiezo con pintura acrílica: áspera, texturizada, impredecible. Establece el tono, como el fondo de un ritual. Luego empiezo a aplicar capas de rotuladores, delineadores y pigmentos metálicos. Cada capa se comporta de forma diferente: el acrílico absorbe; el rotulador mancha; la pintura metálica refleja. Juntas, crean una especie de diálogo visual: luz contra mate, suavidad contra precisión.

Esta técnica me permite jugar con el contraste, tanto visual como emocional. Los fondos oscuros no son vacíos, sino campos que respiran. Los detalles brillantes parecen voces que intentan emerger del silencio. Me encanta cómo la pintura brillante capta la luz de forma desigual, cambiando a medida que te mueves por la pieza. Es como si la obra tuviera su propio pulso.
En mis composiciones góticas, estas capas son las que crean el estado de ánimo: la tensión silenciosa entre el orden y el caos, la claridad y la distorsión.
El folclore y el gótico
Mi sensibilidad gótica no proviene de catedrales ni cementerios, sino del folclore. En muchas tradiciones eslavas y paganas, la oscuridad nunca fue puramente malvada. Era un espacio necesario, parte del ciclo natural donde se producía la transformación. Veo ese mismo ritmo en el arte: la decadencia como forma de renacimiento, la sombra como potencial.
Por eso pinto flores con dientes, raíces con forma de serpiente y ojos que brotan de los pétalos. Estos símbolos no buscan asustar; son recordatorios de vitalidad. Lo gótico, en mi obra, se convierte en una forma de honestidad: reconocer lo extraño, lo salvaje, lo imperfecto.

Cuando uso pigmentos metálicos, especialmente plata y bronce, pienso en iconos antiguos, donde la oscuridad servía para resaltar el brillo sagrado. El brillo nunca es puramente decorativo: es luz emocional, una forma de mostrar reverencia por la imperfección.
Peso emocional de la textura
La textura es una de las herramientas emocionales más importantes en mis pinturas de técnica mixta. La rugosidad de la superficie da fisicalidad a la emoción; no es lisa ni idealizada. A veces la pintura se agrieta ligeramente o la capa metálica se acumula de forma irregular. No corrijo estos detalles. Se perciben fieles a la lógica interna de la obra.
Hay algo táctil en la oscuridad. Casi se puede sentir. Me gusta que mis pinturas reflejen eso: la sensación de tocar algo desconocido. Cuando la luz incide en los patrones en relieve o los trazos irregulares, los anima, casi como la piel. Transforma la obra en algo vivo, un objeto que respira.
Simbolismo oculto en capas
Cada capa de pintura es una capa de significado. Los primeros trazos transmiten instinto: movimiento sin plan. Los trazos delineados que siguen introducen precisión, como un pensamiento que nace de la emoción. Finalmente, los detalles metálicos y neón actúan como una voz, dando claridad a lo que se esconde debajo.
En algunas piezas, la composición se construye en torno a opuestos: decadencia y florecimiento, vida y muerte, suavidad y violencia. A menudo las imagino como rituales capturados en plena transformación: formas botánicas en mutación, ojos que emergen de las flores, patrones sagrados que se disuelven en la abstracción.
Eso es lo que me encanta de trabajar con técnicas mixtas: nada es estable. Todo cambia. Igual que las emociones.
La oscuridad como espejo
La gente suele pensar que la oscuridad absorbe, pero he descubierto que revela. En un espacio oscuro, el más mínimo destello cobra significado. En el arte, esa es la belleza de la sombra: te enseña a mirar con más atención.

Mis piezas góticas de técnica mixta se basan en esa idea. No están pensadas para leerse de una vez, sino para descubrirse. Al contemplarlas con luz natural, los pigmentos metálicos revelan un tipo de imagen. Bajo luz artificial, aparece otra. Cada cambio revela un nuevo tono, como si la obra de arte susurrara algo diferente cada vez.
Para mí, la oscuridad no es un tema, sino un medio. Es lo que permite que existan la luz, la textura y el significado.
La belleza de las capas
Lo que me atrae de este proceso es su honestidad. Las capas nunca se ocultan por completo. Incluso al pintarlas encima, se pueden percibir las pinceladas anteriores: los rastros de dónde surgió la idea. Me recuerda que la belleza no reside en la perfección de una sola capa, sino en la transparencia entre ellas.
Mi arte gótico de técnica mixta reside en esa transparencia. En la tensión entre el brillo y la sombra, el control y la intuición. Es un arte que invita a la contemplación, no a comprender de inmediato, sino a sentir el lento desarrollo de la profundidad.
Porque al final, la oscuridad no es ausencia. Es una forma de presencia, una que revela más cuanto más tiempo permaneces.